Pasando ya al mundo del motor, tengo que reconocer que siempre me había apasionado la idea de asistir a un Gran Premio de Moto GP y de Formula 1. Sobre todo me atraía la fiesta que rodea en España estos acontecimientos deportivos y, por supuesto, la emoción de la carrera en si. Hay que decir que todos estos eventos son bastante caros y aquí solo se pueden permitir este lujo los extranjeros o los chinos ricos.
El siguiente acontecimiento deportivo al que acudimos fue el Gran Premio de Moto GP, el pasado Mayo, y nos habían comentado que era bastante fácil y mucho más barato adquirir las entradas de reventa, puesto que es una competición que en China pasa bastante desapercibida. En el tenis adquirimos los pases en un distribuidor oficial, pero ya pudimos comprobar antes de llegar al estadio que había decenas de reventas con ofertas para cualquiera de los partidos que se iban a celebrar durante la semana.
Amaneció un día bastante frío y lluvioso, pero aún así, las ganas de ver las carreras en directo pudieron con el pequeño contratiempo que suponía las inclemencias climatológicas. Aunque nuestra intención inicial era comprar las entradas en la taquilla, un par de kilómetros antes de llegar al circuito ya nos mostraban todo tipo de pases y, finalmente, acordamos un precio estupendo, menos de la mitad de su valor oficial, por unos asientos en la tribuna principal, justo encima de la línea de meta. Fuimos muy afortunados y no hubo ningún problema para entrar y tampoco pusieron pega alguna para acceder con Adrián, por el que no pagamos nada. Yo tenía en mente el ambiente de Jerez o de Cheste, mucha animación, gente sonriente, feliz y dispuesta a pasárselo genial, muchas casetas de patrocinadores, pero tal y como ocurrió en el tenis, la atmósfera no podía ser más desoladora; éramos cuatro gatos y tan solo estaba abierta una mínima parte de la zona habilitada para el público en el circuito. Fue un día pasado por agua, gris, en el que a pesar del frío y la lluvia tengo que decir que los tres disfrutamos mucho y nuevamente nos quedamos sin voz por animar a nuestros corredores, mientras las setas chinas nos miraban con cara de “mira-estos-majaras-extranjeros”.
Es una pena, pero lo cierto es que aquí las motos no interesan ni “al tato”, en cambio, la Formula 1 sí despierta gran expectación y el número de asistentes es muchísimo mayor, aunque tampoco se puede decir que sea un lleno total. Hace un par de fin de semanas tuvo lugar el Gran Premio de Formula 1 de Shangai, al cual no acudimos porqué todavía teníamos bastante reciente el campeonato de la pasada temporada, que fue en Octubre. En esa ocasión sí tuvimos claro desde el principio en presentarnos al circuito sin entradas para comprarlas de esa forma tan poco ortodoxa como ilegal que es la reventa. Pero esa vez fue muy diferente y la experiencia resultó bastante estresante. Mucho antes de llegar al circuito había un atasco monumental en la autopista por la cantidad de coches y autobuses que se dirigían, como nosotros, a ver la Formula 1. En la caravana nos pudimos deleitar con el increíble desfile de deportivos (Ferrari y Porsche son los más vistos), todo terrenos (Porsche Cayenne y BMW X5, que los deben regalar con las magdalenas chinas, pero todavía no he encontrado con cuáles…) y demás cochazos. En las inmediaciones del circuito el despliegue policial era impresionante y rápidamente empezamos a localizar los primeras reventas, o más bien debería decir que ellos nos localizaban a nosotros; es como si lo lleváramos escrito en la frente: “pardillos buscando entradas”. Lo primero que nos ofrecían eran pases para el aparcamiento y allí nos enteramos que era estrictamente necesario tener uno para que la policía te dejara aproximarte al circuito. Así que tuvimos que comprarlo, desembolsando cien yuanes, cuando su precio original eran quinientos. ¡Ya les vale, y todo para dejar tirado el coche en un aparcamiento cutre de tierra!. De esta forma pudimos atravesar la primera de las barreras policiales.
Tras regatear y luchar con unos cuantos reventas, conseguimos por fin un precio muy bueno por unos asientos de tribuna excepcionales. Como no nos fiábamos ni un pelo, le tomamos una foto al chino que nos hizo la venta y le dijimos que como tuviéramos alguna complicación con ellas acudiríamos a la policía. El tío no paraba de reírse, no sé si de mi forma espartana de hablar chino o de que, simplemente, le hacía mucha gracia lo que le decía y le sacara una foto, ¡vete tú a saber!. Lo que habíamos comprado eran pases de tres días, con los entrenamientos previos a la carrera incluidos, lo cual quiere decir que, probablemente, ya habían sido empleados por otras personas antes el viernes y sábado. El caso es que las entradas estaban más viejas y arrugadas que un higo.
Parecía que lo más difícil había pasado, ¡pero estábamos muy confundidos!. Al intentar acceder al aparcamiento nos encontramos con la segunda barrera policial y nos dieron el alto. Nos comunicaron que el pase era falso y que, por supuesto, no podíamos entrar a no ser que les abonáramos quinientos yuanes de vellón. Nos quedamos sin saber que hacer ni decir, entre otras cosas porqué no llevábamos ya más que ciento cincuenta y así se lo hicimos saber a los dos policías que nos pararon. El caso era que había un poli bueno y un poli malo, es decir, uno era sobornable y quería la pasta (para nosotros, y solo en esta ocasión, podemos considerar que ese era “el poli bueno”), pero el otro se negaba en rotundo. De repente, y sin mediar palabra, se monta en el asiento trasero de nuestro coche un tipo que les dice a la policía algo que no consigo entender, con esa “delicadeza” que les caracteriza cuando hablan entre ellos, y nos increpa para que nos movamos rápidamente y entremos en el aparcamiento. David y yo nos miramos, sin decirnos nada, pero los dos pensábamos lo mismo: “¡de esta acabamos en la cárcel!”. Pues nada, no sé todavía porqué, pero le hicimos caso; David arrancó el coche, delante de estos dos policías, que ni se inmutaron y era como si, de pronto, nos hubiéramos vuelto invisibles. El sujeto en cuestión nos reclamó la pasta y se fue sin decir más.
Después de todo esto a mi me temblaban las piernas y estaba hecha un flan. Cuando esperábamos en la fila para acceder al interior del circuito, dio la casualidad que coincidimos con otros españoles que ya habían asistido el año anterior a la Formula 1 y que se lamentaban que les hubieran colado unas entradas falsas, y esta vez habían decidido no correr ningún riesgo y comprar pases oficiales. Según nos contaban su historia, a mí ya no me podían temblar más partes de mi cuerpo y solo podía pensar en la cara de idiotas que se nos iba a quedar como las entradas no fueran auténticas. Estaban tan manoseadas y arrugadas que al principio no las reconocía el lector láser, pero finalmente se iluminó la lucecita verde, pudimos pasar al recinto y respirar tranquilos al fin.
Mientras nos comíamos un bocata y hacíamos tiempo antes que empezara la carrera, nos quedamos anonadados con una forma muy descarada de colar a gente. Había un hombre que introducía grupos de unas diez personas cada cinco minutos aproximadamente, con pases oficiales, quizás de prensa, que una vez dentro del recinto le devolvían para que pudiera volver a repetir el proceso. Lógicamente, cada vez que este señor realizaba su particular hazaña tenía que pasar el control de entrada y, lo que resulta más increíble y bochornoso, franquear la barrera policial. Y nosotros que presumimos de “la picaresca española”…
Aunque había mucha más gente y la atmósfera que se vivía era ligeramente mejor que en las motos, tampoco es que aquello fuera un frenesí. Lo que resultaba muy divertido era ver a los chinos comprándose todo tipo de accesorios de merchandising; algunos iban vestidos de la cabeza a los pies con mezclas tan raras como una gorra de McLaren, chaqueta de Ferrari y camiseta de Renault, ¡bonito popurrí!. La carrera en sí no tuvo mucho interés, porqué las posiciones de llegada a meta no variaron desde la primera vuelta, así que lo más emocionante ya había sido antes…
Comprar las entradas en la reventa supone, al menos para mi, una descarga de adrenalina bestial, sobre todo por la desconfianza tan grande que te genera. Resulta muy extraño y difícil de entender que el precio que se consigue en la reventa sea muy inferior al oficial. Desde luego, no cabe duda que es necesario regatear como si en ello te fuera la vida y hacerlo en su idioma, realizando muchos aspavientos y manteniéndose muy firme desde el principio, haciéndoles comprender, aunque sea mentira cochina, que no es la primera vez que vas a las carreras y conoces muy bien los precios que se pagan por las entradas. Yo nunca he jugado ni al pocker ni al mus, pero pienso que sería una buena jugadora, puesto que aquí hay que mentir como el que más y, encima, creértelo.
De todas formas, viviendo en Shangai no sé hasta que punto merece la pena pasar tantos nervios porqué las carreras de motos y coches se ven mucho mejor en la tele, ¡donde va a parar!.
4 comentarios:
Desde luego, en el país de los ciegos el tuerto es el rey y en China parece que en el de la corrupción hay muchos reyezuelos. Aquí el que no corre vuela. Qué tíos, ja te maaaate con la fragoneeeetaaaa!!! Es toda una aventura entrar de esa manera, yo al primer problema me hubiera largado, pero si funciona así habrá que aprovechar ¿no?
Gracias por la explicación a la excepción de la regla de poli malo/bueno, muy divertida. No me extraña que esta vez os quedárais en casa, vaya stress. Yo lo de la picaresca lo llevo fatal, y pienso, no merece la pena que un día me dé un desmayo, pero chica, hay que tener más morro porque, al final funciona. (A ver si va a resultar que el Lazarillo de Tormes en realidad era chino. Besos y gracias por esta lectura tan amena. Yolanda.
Oye, cuñá, una curiosidad que tengo: ¿Qué pensabas hacer con la foto del cuñao, ver si lo reconocías por la calle? Qué macarrillas sois, versión china de "me quedao con tu cara..." Si voy en agosto te ayudo a buscarlo. Besos.
Pues sí, aquí el que no corre vuela y hay que andarse con mucho cuidadito, porqué los chinos son muy liantes. No sé si a lo mejor estaba por aquí El Lazarillo de Shanghai, pero a picaresca no hay quien les gane.
En cuanto a la foto del colega... pues no sé, a lo mejor por ese motivo el tío se partía de risa, pensando en lo pringadillos que eramos... Si solo son 1400 millones y todos se parecen!
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