Qīngmíngjié o Qing Ming Festival es una fiesta oficial en China, con una tradición que se remonta a más de 2500 años de antigüedad, siendo el equivalente a nuestra festividad del Día de Todos los Santos. Su transcripción literal es “Festival del Brillo Puro”, pero de su traducción del inglés también se conoce como “Día de Limpieza de Tumbas” (“Tomb Sweeping Day”). Tiene lugar pasados 104 días del solsticio de invierno, o a los 15 días del equinoccio de primavera, entre el 4 al 6 de abril de acuerdo a nuestro calendario gregoriano.
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La fiesta de Qing Ming no es solo un momento estacional que guía el trabajo del campo, si no que es además una festividad de conmemoración, combinándose los sentimientos de alegría y tristeza. Es la ocasión para salir fuera de casa y disfrutar de la primavera, pero también para rendir culto en los cementerios a los que ya les han dejado.
Durante ese día, el tráfico de camino al camposanto es terrible, y en ciudades como Shangai se colapsan las autopistas y todas las vías de acceso, pero tanto jóvenes como mayores deben atender esta cita ineludible y rezar ante sus ancestros, limpiar sus tubas y ofrecerles tributos, como flores, comida, te y vino. Para que no les falte de nada en el más allá, también es costumbre enviarles dinero, coches, casas y hasta lingotes de oro, que son de papel y que se queman junto con inciensos, mientras se hacen reverencias frente a la tumba. Existen bancos especiales donde se compra esta moneda de papel y, desde luego, parece un negocio rentable y fácil que, con todos mis respetos, me recuerda al timo de la estampita, uno da dinero de verdad y a cambio te dan dinero de papel. El resto de objetos se pueden comprar en mercados que hay alrededor de los templos y cementerios, algo parecido a los puestos de floristas en el Día de Todos los Santos en España y, yo diría que el hecho de ir al cementerio, rezar y adecentar las tumbas es también similar a lo que hacemos en nuestro país. Eso sí, comer y beber delante de la sepultura resulta un poco macabro; yo no me imagino con la tortilla de patata y la bota de vino ante la tumba de mis parientes fallecidos.
En contraste con la tristeza de los que se encuentran en el cementerio, la gente también sale y disfruta de un día primaveral, cuando el sol ya brilla, los árboles y la hierba nuevamente resplandecen de verdor, el campo se llena de flores y, en definitiva, la naturaleza revive tras el frío invierno. En este sentido más campestre, es tradicional en esta festividad tan especial plantar árboles y hacer volar cometas, tanto de día como de noche. De una cuerda cuelgan pequeños farolillos atados a la cometa o enroscados, que se ven como diminutas estrellas brillantes en la oscuridad de la noche, denominados “Farolillos de Dios”. Durante esta jornada no cocinan y solo se sirve comida fría; el Hanshi Festival (Festividad de la Comida Fría) tiene lugar un día antes de Qing Ming, pero en la actualidad se han combinado ambas celebraciones.
David me contó la complicación que todos los años se les presenta a la familia de un compañero suyo del trabajo durante la festividad del Qing Ming. Sus abuelos fallecieron hace tiempo y él y sus parientes se encuentran con el mismo problema cada vez, porqué se da la circunstancia que su abuelo era ateo y su abuela cristiana. El dilema surge porqué la familia tiene claro que la abuela está en el cielo y el abuelo…¿dónde está el abuelo?. En el cielo, desde luego que no, porqué no era creyente, así que debe estar en el infierno. Entonces, ¿cómo se les puede hacer llegar el dinero que necesitan en el más allá, si cada uno se encuentra en un sitio diferente?. Yo reconozco que estos temas se me escapan y me superan un poco pero, por supuesto, son cuestiones muy delicadas que hay que tratarlas con la máxima consideración, puesto que para estas personas es un problema real y muy serio. Por otro lado, yo me cuestiono que tipo de cristianismo practican cuando tienen la creencia que hay que enviar dinero al cielo…
Los ritos en este día son muy importantes para la mayoría de los chinos, especialmente entre los campesinos, y algunas personas portan ramas de sauce o las colocan en la puerta de sus casas porque creen que con ello ayudan a espantar a los espíritus malignos que vagan durante el Qing Ming. Después de esta festividad, la temperatura aumenta y las precipitaciones se incrementan, y es el tiempo de arado y siembra en el campo. Además, el amor se siente en el ambiente y también es época para que las parejas comiencen el cortejo. Ya se sabe que “la primavera, la sangre altera”.
Continuando con el tema de “los muertos”, la cantidad de terreno disponible para los cementerios en las grandes ciudades ha disminuido rápidamente y la gente ahora tiene que viajar muy lejos para enterrar y luego visitar a sus difuntos. La dificultad para muchos chinos es que no se pueden “permitir el lujo” de morirse en las grandes ciudades, dado que los precios de los funerales se han disparado en los últimos años y el coste promedio para un habitante de Shangai o Beijing será el de tres meses su salario para dar sepultura a un miembro de la familia fallecido.
Mi profesora de chino, Susan, es una mujer de mi edad, con carrera universitaria y una mentalidad bastante abierta, puesto que sus estudios, viajes y su trato constante con extranjeros le ha brindado la oportunidad de adquirir una visión del mundo diferente a la que tienen la mayoría de los chinos. Nació en Hangzhou, que es una ciudad moderna y relativamente pequeña, con tan solo siete millones de habitantes, que se encuentra situada a menos de doscientos kilómetros de Shangai. Los padres de su marido vivían con ellos aquí en Shangai y hace unos meses falleció su suegro. La costumbre es trasladar el cadáver a su ciudad de origen y honrarle con los ritos funerarios que sean tradicionales de esa región, aunque primero es necesario esperar cuarenta y ocho horas para que las autoridades locales consientan el traslado del cuerpo. Una vez allí, Susan me contaba que en esta localidad es habitual exponer el cuerpo del difunto en la casa durante tres días, para que familiares, amigos y vecinos puedan darle el último adiós. Durante este periodo hay que ofrecer avituallamiento a todo el que aparezca por allí, por lo que constantemente tenían que estar preparando comida y disponiendo lo necesario para las remesas de personas que iban llegando. Me dijo que durante estos tres días, con sus largas noches, en las cuales no les era permitido dormir, aparecieron la friolera de algo más de mil personas. Los familiares que organizar este evento, porqué yo no lo puedo denominar de otra manera, son los parientes directos: consorte e hijos, por lo que en este caso en particular se encargaron Susan, su marido y suegra. Vestían un traje típico funerario y cada vez que llegaba un nuevo visitante debían cumplir con la misma rutina, ¡más de mil veces!, consistente en arrodillarse ante el recién llegado, a modo de agradecimiento, y entregarle una pequeña bolsa, que habían tenido que preparar previamente, que contenía productos de aseo, pañuelos para llorar a moco tendido si era menester y un “hong bao” (sobre rojo) con dinero. Normalmente es habitual en toda China que todos aquellos que acudan al velatorio entreguen a la familia del difunto un “hong bao”, que supone una ayudita para aliviar los gastos asociados al sepelio. Es un detalle muy bueno, si no fuera porqué en este lugar la cantidad de dinero del “hong bao” que se introduce en la “bolsita de bienvenida” debe ser siempre superior que la que te han entregado previamente. Conclusión, sale un balance muy desfavorable para la agotada familia del difunto, que tuvieron que desembolsar algo más de cien mil yuanes (unos once mil euros). A lo mejor, y sin tratar de parecer mal pensada, se puede explicar en parte las tan numerosas visitas que recibieron…
Dependiendo de las regiones de China, las tradiciones son diferentes. Susan me comentaba su desconocimiento sobre esta costumbre en la tierra de su marido y que, por supuesto, en Hangzhou eran “gente normal” y enterraban a sus muertos sin toda esta parafernalia asociada. Yo le pregunté si no les habría sido posible eludir de alguna forma ese teatro y su respuesta fue categórica, que las tradiciones son muy fuertes y arraigadas y, aunque uno quiera negarse no puede, ya que la presión por parte de los familiares y amigos es muy grande.
El responsable de la “Funeraria de Shangai y Asociación de Entierros” recientemente hacía unas declaraciones en un periódico local y comentaba que en Shangai hay cinco millones de metros cuadrados dedicados a cementerio, de los cuales solo quedan cinco mil. Como no hay terreno, se necesitan buscar otros métodos; se proponía que si normalmente una urna funeraria requiere 1,5 metros cuadrados de espacio, ahora se anima a la gente a que acople a su difunto en 1 metro cuadrado o que se esparzan las cenizas en el océano. Se entiende que aquí se incinera a todo el mundo, ¡no hay sitio para más! y parece que el tema del impacto ecológico que pueda tener arrojar los restos de miles de chinos al mar no tiene demasiada importancia.
Un conocido periódico de China ha realizado una encuesta entre los cinco mayores cementerios en Beijing y el precio para una tumba estándar oscila entre veinte mil a treinta mil (entre algo más de dos mil a tres mil euros) yuanes por metro cuadrado, que es una disparate de dinero teniendo en cuenta los veinte mil yuanes de promedio por metro cuadrado que cuesta una casa en esta población. Un ciudadano declaraba que había pagado setenta mil yuanes (más de siete mil euros) para poder enterrar a su padre, siendo esta cuantía mucho más de su salario anual, que a su vez es superior al de la media de los habitantes de Beijing. Esta persona gastó diez mil yuanes con la funeraria, pero la cantidad restante fue para pagar los dos metros cuadrados de la tumba. Haciendo un cálculo, el precio sería similar a lo que puede costar un entierro medio en España, pero hay que tener en cuenta que en China los salarios son mucho más bajos y hay mucha gente muy pobre y con apenas recursos .
Esta claro que, en cualquier lugar del mundo, la muerte es un negocio muy prospero, sin secuelas por la crisis económica, en el que nunca van a faltar los clientes…
4 comentarios:
La verdad es que me ha resultado muy interesante por lo desconocido del tema. Nosotros no diferimos mucho en el culto a nuestros difuntos. La en la Biblia (Macabeos) se insta a ofrecer limosnas por los difuntos, que es una versión distinta del empleo del dinero para "beneficio" de los desaparecidos. Me parece muy revelador que sientan necesidad de honar a los muertos con "limosna y oración". Aún en España se agasaja a los asistentes a los duelos, suponiendo en muchos casos "entramparse" para cumplir con todos. No somos tan distintos, en el fondo. En cuanto a la pregunta que se hace la familia de Susan, "¿donde está el abuelo?" , sin duda muy cerca de Dios, si ha sido honrado y buena persona...Aunque uno no crea en Dios, Dios siempre cree en cada uno. Eso consuela bastante.
Buen negocio ese del dinero del Monopoly. Con los tiempos que corren y la proliferación de chinos que hay por aquí, igual no es mala idea montar una imprenta. Voy a hablar con Rafa y que me diseñe un billetito chulo chulo y a ver si pita...
Sigue así, artista, cada vez lo haces mejor. ¡MUY INTERESANTE!
Besos, tu cuñá.
Me ha hecho gracia que me llamen "Anónimo" en mi comentario. Pues nó, soy "El Yayo Joaquín"
¡Qué sorpresa!, no nos habíamos dado cuenta...
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