Ante todo me gustaría pedir disculpas porqué la semana pasada no cumplí con mi compromiso de publicar una entrada en el Blog. No he tenido tiempo y los motivos han sido, primero, que continúo sin poder caminar, con mi maltrecho pie aún escayolado y, segundo, que los peques han permanecido en casa debido, precisamente, a una de esas enfermedades raras. A Dios gracias, los nenes están bien, pero en las tres últimas semanas ha habido tres casos de HFMD (Hand, Foot and Mouth disease) en su colegio. Es la enfermedad de las manos, pies y boca, que solo se suele dar en esta parte del mundo y nada tiene que ver con la llamada enfermedad de las manos y pies, que conocemos en Europa y es producida por el ganado.
En este momento, la enfermedad a la que tengo más aprensión es la rabia. Desconocía por completo que si se es mordido por un animal que tiene este mal y uno no se ha vacunado, por desgracia se está condenado a una muerte segura, bastante desagradable, que sucede en poco más de veinticuatro horas. Si se tiene la suerte de haberse vacunado, se debe acudir inmediatamente a un hospital para que te inyecten un antídoto, porqué si no también es muy probable que se pase “a mejor vida” (nunca entendí está ridícula expresión).
En Shangai el riesgo en contraer la rabia es relativamente bajo, pero en cuanto uno se desplaza a zonas un poco más rurales, o sea, a cincuenta kilómetros de aquí, se pueden encontrar desagradables sorpresas.
Los dos meses previos antes de mudarnos a Shanghai nos inyectamos mil y una vacunas, parecía que aquello no tenía fin: rabia (tres dosis), encefalitis japonesa (tres dosis), hepatitis A+B (dos dosis), tétanos, difteria, gripe y seguro que se me olvida alguna que otra. Es cierto que la amenaza de contagiarse con alguna enfermedad rara o que se consideran erradicadas en Europa, como la hepatitis A, es mucho mayor. Con esto no quiero asustar ni desanimar a los que tenéis pensado venir a China, porqué hay que asumir que el riesgo que se corre en padecer una de estas enfermedades es el mismo que viajando a cualquier otro país asiático. Desde luego, el peligro tampoco puede ser igual cuando se reside aquí, como nosotros, que si se viene a disfrutar un par de semanitas de vacaciones.
Una fuente portadora de innumerables enfermedades son los mosquitos y es, sin ninguna duda, lo que menos me gusta de vivir aquí. Disfrutamos de seis meses, desde octubre a marzo más o menos, sin preocuparnos de estos asquerosos insectos. En el instante que empieza a hacer un poquito de calor y con la humedad tan elevada, aparecen cientos, miles, de todo tipo, tamaño y forma. En España apenas yo sí diferenciaba entre dos clases de mosquitos: los pequeños y los grandes, que si los espantas o tratas de matarlos, normalmente dejan de molestarte. Aquí son terriblemente agresivos y yo diría que hasta listos, o acabas con ellos o acaban ellos contigo y tu cuerpo queda repleto de grandes ronchones rojos que pican hasta la desesperación. En especial, hay unos mosquitos terribles, llamamos tigre, porqué en su cuerpo tienen rallas blancas y negras, que producen unas picaduras enormes que perduran muchos días, incluso semanas. Da igual que los intentes matar, parece que no les importa porque te siguen acosando sin piedad, son extremadamente rápidos y, sobre todo, te atacan por la espalda y en las piernas, para que no les puedas ver. A su lado, los mosquitos españoles son bobos.
Tengo la desgracia que estos bichos repugnantes sienten especial predilección por mi sangre y me acribillan. David, en cambio, tiene más suerte que yo y su sabor no debe resultar tan delicioso a su exquisito paladar. Normalmente, el puede tener una o dos picaduras y yo me llevo el resto. Yo creo que prueban primero a ver que tal, no les satisface el gustillo que deja su sangre y deciden cambiar de victima, o sea, yo. ¡Los odio con todas mis fuerzas!.
Los peores momentos del día son el amanecer y atardecer, donde se ven nubes de mosquitos, primero a lo lejos y luego, cuando te han detectado, alrededor tuyo. En esta casa tenemos un jardín francamente bonito, jardín del que no podemos disfrutar nada más que unas pocas semanas al año. En invierno, porqué hace mucho frío, y en cuanto aumenta la temperatura los mosquitos te devoran vivo y no se puede salir. En la vivienda, hay mosquiteras en todas las ventanas, puertas y sobre las camas. Tan solo no hay en la entrada principal y, en verano, cuando aprieta el calor, una veintena de mosquitos están esperándote ahí, para meterse contigo en cuanto se abra la puerta. Como no se puede evitar que esto suceda, yo tengo mi propio sistema de exterminio, que consiste en dejar un bote de insecticida en la puerta y rociarles antes de abrirla. Entrar, entran los muy desgraciados, pero mueren al poquito tiempo.
Puedo asegurar que es una sensación francamente desagradable cuando al despertarte por la mañana se descubre un mosquito gordo como un cerdo dentro de la mosquitera, que no puede apenas ni volar, lleno hasta las trancas de tu sangre. Todavía no sé como se cuelan dentro, pero el caso es que lo consiguen bastante a menudo; como encuentren el más mínimo resquicio, por allí que se meten. Tampoco sirven de mucho los insecticidas tipo Raiz (aquí también hay esa marca), porqué como no se les rocíe de pleno con el spray, no se mueren y los aparatos eléctricos que se conectan por la noche en los enchufes son totalmente inútiles. Lo más efectivo son unas raquetas electrificadas con las que te cargas los mosquitos a raquetazo limpio, como si se estuviera jugando al tenis. Mueren electrocutados y, a veces, saltan chispas de la descarga que les da. Como yo odio a estos insectos por encima de todo, reconozco que siento un morbo especial al acabar con ellos de esa forma tan cruel. Eso sí, estoy convencida que este tipo de aparatos no pasarían en el mercado europeo la normativa de seguridad vigente.
Ya son pocos los días que restan para untarnos de Aután hasta las orejas; por cierto, que esta parte es también muy importante y conviene no olvidarla, porqué si no se echa crema ahí, es seguro que pican. ¡Si lo hacen hasta en el cuero cabelludo, los muy…!. De todas formas, estas lociones tampoco resultan muy efectivas y es probable que les sepa hasta apetitosa, porqué a mi me pican de todos formas. Es cierto que existen otros potingues más eficaces, pero huelen tan mal, resultan tan pringosos, que da repulsión y hasta vergüenza por la pestecilla que uno desprende. Por otra parte, no se puede vivir siempre embadurnado y dependiendo de guarrerías de este tipo que suelen irritar la piel. Por lo menos, para los niños existen unos parches antimosquitos que digamos que son, más o menos, eficaces y se puede controlar las picaduras.
Mosquitos españoles, como os echo de menos…
3 comentarios:
Si no fuera porque los he sufrido en mis carnes te diría que eres una exagerada. ¡Pero tengo pruebas! No hay foto de las vacaciones pasadas en las que esté con pantalón corto y que no luzca en mis piernas esas horrorosas y enormes ronchas. Es lo peor de China, aunque no me importaría volver a tener las piernas así otra vez...
Puestos a bichejos asqueroso, mi favorito es el Dracunculus medinensis o gusano de Medina, es un simpático gusanillo que llega a medir hasta dos metros de largo y que se cuela por la piel al estar en contacto con aguas contaminadas, lo mejor es que la única manera de sacarlo es ir enrrollándolo en un palito un poco cada día para que no se rompa. Por suerte sólo se da en el sureste asiático así que os librais. guau, guau
Menos mal que a los de piel dura y sangre salada nos ignoran. De todas formas lo más molesto, entre otras cosas, es ver a los perseguidores de mosquitos, raqueta electrica en ristre u otros artilugios extermiandores, perseguir inutilmente a los volantes insectos. Cuando cae uno es un triunfo como si se hubiera abatido un venado "cien puntas". Pero no os asusteis lo que vayais a China. Peor eran nuestras chinches de los años 40...
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